sábado, 12 de febrero de 2022

CAPITULO CUATRO: NUEVOS AMIGOS.

  -Y esa cara? - pregunto mi madre, sirviendome el desayuno.
-No dormí bien- dije serio
-Paso algo?
-No.- mi madre quería investigar que me sucedía y yo no sabía cómo decírselo.
  Por la tarde vinieron a visitarme Lina y Uriel. Mi amigo trajo su videojuego y jugamos un rato, pero ni eso logro animarme. Hable por videollamada un rato con María, pero Lina me arrebató el teléfono y se puesieron a conversar entre ellas. 
-Que te pasa?-me pregunto Uriel. 
Se notaba demasiado mi desgano, a pesar de que quisiera disimularlo. Antes de que pudiera responderle a mi amigo nos interrumpió Lina.
-Que es esto?? -dijo mientras me extendía con su mano mi celular. En el estaba abierta la aplicación que le había descargado a Clara para que vistiera muñecas. 
-Es un juego que descargue para mi vecina Clara.
-Te hiciste amigo de ella?-pregunto Lina con ilusion. Aún seguía riéndose de mi por el juego de mi celular
-Por eso no querías jugar a videojuegos de guerra, parece que ahora tienes otros gustos- se burlaba Uriel. 
-Digamos que algo así. Cuando regrese de mis vacaciones, los vecinos estaban aquí conversando con mis padres. Clara no habla practicamente, así que descargue un juego para niñas y se lo di para que se entretuviese-dije mientras trataba de arrebatarle de las manos el celular a Lina. 
-Tiene nuestra edad, porque un juego para niñas?-pregunto Uriel curioso, creo que Clara le gustaba, a pesar de que solo la había visto una vez, a el le gustaban todas las muchachas que veía. 
-Ella es como una niña pequeña en el cuerpo de una adolescente. Mi madre dijo que la madre de Clara le contó que tenía un retraso mental, debido a problemas durante el parto. 
Uriel puso cara de decepción.
-Mira Ramiro- me dijo Lina mostrándome el celular. 
-Que?- pregunte extrañado. En la pantalla se veía una de las muñecas que había vestido Clara. 
-Mira el nombre de la muñeca Ramiro!- me grito Lina impaciente.
En el juego, además de vestir a las muñecas, también podías colocarle un nombre. Y en una de ellas decía "AYUDA". 
-Clara no sabe escribir Lina, seguramente apretó alguna letra al azar y el diccionario del teclado disparo cualquier palabra. Uriel no nos prestaba atención, Lina no se quedó muy conforme con mi respuesta y yo quedé un poco inquieto. La tarde siguió transcurriendo tranquila. Mis amigos se fueron, mis padres estaban trabajando así que me senté en el jardín a escuchar música. De repente, alguien me tocó el hombre y me pare de un salto. Era Marta.
-Disculpa querido, pero te hablé y no me contestabas.
-Esta bien-dije avergonzado, mientras me sacaba los auriculares. -Que necesita?
-Queria invitarlos a cenar, si están desocupados hoy. 
La invitación me dejó mudo. Estaba soñando? En ese momento sonó mi celular. Era mi padre que me enviaba un mensaje avisándome que no regresarían a cenar porque tenían que quedarse en el trabajo hasta tarde. 
-Mira padres no van a regresar hasta tarde. 
-Perfecto. Podés venir vos solo si querés. Clarita va a estar muy contenta de verte. 
No quería aceptar, pero quería ver a Clara. 
-Voy a pedirle permiso a mis padres.
-No creo que un chico tan bueno y responsable como vos deba pedirle permiso a sus padres para ir a cenar con tus vecinos. Además nosotros nos acostamos temprano, la cena no se va a prolongar mucho. Tu mamá va a estar contenta de que te hagas amigo de Clari. 
Finalmente me convenció y acepte. 
-Te esperamos a las ocho entonces- dijo Marta con una extraña expresión de satisfacción en el rostro. Tenía un mal presentimiento, así que antes de meterme a bañar le mandé un mensaje a mi madre que iba a cenar en lo de los vecinos y que cuando regresara a la casa me fuera a buscar. 


domingo, 19 de julio de 2020

CAPITULO DOS: UNA CARA FAMILIAR

Mi mamá quedó bastante extraña despues de hablar con esa mujer. Pero no volvimos a tocar el tema por unas cuantas semanas. Se estaba por terminar el año, ya estabamos de vacaciones y faltaban quince días para mi cumpleaños. 
-¿Qué me van a regalar para mi cumple?- les pregunté a Lina y Uriel. Éramos amigos desde el jardín de infantes. Inseparables. Lina, sin dudas era la líder del grupo, Uriel el bromista y yo (no es por presumir) pero yo era el inteligente. 
-Que se yo. -me contestó Uriel.
-Yo si sé que te voy a regalar. Es mas. Ya lo tengo comprado. Pero no te voy a decir, por que dejaría de ser una sorpresa. -Lina siempre se hacía la misteriosa.
Mientras conversabamos y yo seguia mendigandole a mis amigos regalos para mi cumpleaños, veo a Lina que sonríe y saluda hacia la casa de al lado. 
-¿Los conoces?- le pregunté curioso.
-No. Pero se asomó una chica a la ventana y nos estaba mirando.
Cuando yo miré ya no había nadie.
-Es Clara, mi vecina.- dije yo.
-¿Por qué no la invitas a pasar un rato con nosotros?. Tenía cara de aburrida.- Lina era tan sociable...
-Sus padres son un poco raros. La chica está enferma y no la dejan salir nunca.- le expliqué. Pero Lina era muy terca y en su afán de hacer nuevas amistades se levantó del banco y se dirigió a la casa de mis vecinos.
Para cuando la quise detener ya estaba en la puerta, tocando timbre.
-Buenas tardes.-la saludo Marta, seca y antipática como siempre.
-Buenas tardes señora. Mi nombre es Lina Juárez. Soy amiga de Ramiro. El chico de acá al lado. Vi que su hija nos observaba por la ventana y me preguntaba si no podría venir a conversar un rato con nosotros. Estamos allí en el patio, tomando una limonada fresca y deliciosa que nos preparó Cecilia.
Del otro lado de la cerca estábamos Uriel y yo riendonos de como Lina la había atolondrado con tanto libreto.
-Mi hija está enferma y no puede salir. 
-¿Y yo no puedo entrar a charlar con ella? Me gusta hacer nuevos amigos. 
-Si. Veo. Pero no. Como te voy a dejar entrar a mi casa si no te conozco. Estoy ocupada querida. Chau.- y le cerró la puerta en la cara.
Vimos volver a Lina con la mayor cara de decepción que se puedan imaginar. Ella suponía que nadie se resistía a su sonrisa. 
-No la dejó salir y tampoco me dejó entrar a saludarla.- Cuando se enojaba se le notaban mas las pecas.
-Te dije que los padres no la dejaban salir nunca.- le respondí yo.
-Además,  ¿no te alcanza con nosotros?.-le preguntó Uriel.
-Si. Pero quería tener una nueva amiga para charlar de cosas de chicas. Cosas que ustedes, los varones, no entienden. -dijo Lina algo apenada.
-Con esa chica no creo que pudieras hablar mucho.
-¿Por qué decís eso?- preguntó curiosa.
-Porque me contó mi mamá que tenía un retraso mental.-le expliqué, tratando de ser lo mas delicado posible.
-Pobre chica.
Seguimos conversando un rato mas y ellos se fueron a sus casas. Ahora en vacaciones pasabamos mucho tiempo juntos. Y casi siempre estabamos en mi casa, porque en casa de Lina y Uriel, que eran hermanos gemelos, estaba su hermanito recién nacido y no se podía hacer ruido prácticamente y como yo soy hijo único a mis padres no les molestaba tener a mis amigos revoloteando por toda la casa. 
Llegaron la Nochebuena y la Navidad. Ya tambien Fin de Año y Año Nuevo y por fin llegó el diez de enero. Mi cumpleaños. Mis padres me organizaron una fiesta en mi casa, que la celebramos en el jardín. Asistieron todos mis compañeros de clases. Lina me regaló una campera de cuero, Uriel una funda para celular de mi serie favorita y mis padres me regalaron mi tan anhelada moto. No cabía en mi de la felicidad que tenía. 
La fiesta terminó bastante temprano. Y mientras mi mamá juntaba las cosas del jardín yo salí a ayudarla. 
-¿En qué te ayudo má?
-En nada hijo.-me contestó dulcemente.- mejor andá a descansar.
-No. Dejá que te ayudo.- le dije y empecé a plegar las sillas para guardarlas de nuevo en el depósito, que era donde se guardaban las cosas que ya no se usaban y las decoraciones de las fiestas.
-Mañana temprano viene a buscarte el abuelo y...
En ese momento dejé de escucharla. Clara me estaba mirando desde la ventana de la habitación. Parecía que estaba despeinada y ojerosa. Pero no puedo afirmar nada. Era de noche y ya no se veía casi nada. Levanté la mano y la saludé. Ella no hizo ningún gesto. Sólo me miraba fijamente. A mi me daba mucha lástima. Pensaba en lo triste que sería su vida con esos padres tan fríos y estrictos.
-¿Me escuchaste Rami?- me preguntó mi mamá e interrumpió mis pensamientos. 
-No. Disculpa ma. ¿Qué me decías?
-Te decía, que mañana te podes cargar la moto en la camioneta de tu abuelo. Allá en el campo vas a poder andar. Acá en la ciudad, como no tenes licencia y sos menor de edad te la va a quitar la policía.
-Si. Buenísimo.
Cuando estábamos terminando de limpiar se me ocurrió preguntarle a mi mamá:
-Ma...
-¿Qué pasa Rami?- me contestó mi mamá mientras guardaba las últimas cajas de luces.
-La nena de al lado,¿habrá ido alguna vez a una fiesta de cumpleaños? Tendría que haberla invitado.
-Ramiro. Ella es una nena especial. Si la hubieses invitado sus padres no la hubiesen dejado venir. Mejor dejá de pensar de una vez por todas en esa chica.
-Es que me da lástima mamá. 
Mi mamá sólo me respondió con silencio. Eso significaba que ya no quería hablar mas sobre el tema.
Al día siguiente mi abuelo me fue a buscar en su camioneta. Todos los años. El día despues de mi cumpleaños me iba a pasar una semana con ellos al campo.
Mientras mi abuelo saludaba a mi mamá y a mi papá yo me percaté de que Carlos, que estaba cortando el pasto en la entrada de su casa, cuando vió la camioneta de mi abuelo se metió corriendo a la casa y se quedó espiando la escena desde la ventana de su sala, medio escondido detrás de la cortina. Me despedí de mis padres y me subí a la camioneta. 
-¿Conoces a mi vecino de al lado abuelo?
-No. ¿Por qué?- me preguntó medio distraído.
-Por nada.
Seguimos el viaje callados. Desde que había fallecido mi abuela Esther, hace dos años, mi abuelo se había vuelto un hombre de pocas palabras, callado, introvertido, triste. Le costaba mucho superar la falta de la mujer con la que había compartido toda su vida. 
Cuando llegamos llevé mi valija al dormitorio y me fui a andar en moto por los alrededores. Volví al anochecer y cuando entré mi abuelo estaba ordenando un mueble grande que había en la sala. Estaba guardando cajas con fotos. 
-¿Puedo mirar algunas?
-Si hijo.- me contestó- pero te vas a aburrir, son fotos viejas. De gente que ni siquiera conoces.
Me puse a mirarlas igual. Había fotos de mis abuelos cuando eran adolescentes y recien empezaban a salir. Fotos escolares de mi abuelo, fotos de mi mamá cuando era chiquita. Había de todo. Pero me llamó mucho la atención una foto en particular. Eran dos muchachos, mas o menos de la misma edad abrazados por los hombros y enseñando unos diplomas que no llegaba a distinguir bien. Ambos vestían muy elegantes. El de la izquierda tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero el otro tenía un semblante un poco lúgubre. 
-Ésta cara me resulta familiar- le dije.
- Ese es Roberto, mi hermano menor, tu tío abuelo. Esa foto la tomó mi madre el día que se recibió de médico cirujano. Estaba tan feliz. Vos no lo conociste. Pero era muy parecido a mi fisicamente. Tal vez por eso te parezca conocido.
-El que me parece familiar es el otro. El que está serio abuelo. 
Mi abuelo se acercó a mirar mas detalladamente la fotografía.
-No sabía que tenía esta foto. No quiero absolutamente nada en esta casa de ese traidor.-dijo mi abuelo enojado. Me arrebató la foto de las manos y la cortó por la mitad. Guardó el trozo en el que estaba su hermano y el otro lo tiró a la basura.
-¿Quién es?
-Ese es Cesar Rivera. Era el mejor amigo de mi hermano. Nuestros padres lo acogieron en nuestra casa como si de un hijo se tratase. Y el nos pagó de la peor manera. Dos meses despues de recibirse de médicos, estaban viajando en omnibus por la ruta y el colectivo chocó. Mi hermano Roberto se quedó salvando gente y murió como un héroe. Salvando vidas. En cambio, la rata de Cesar se escapó corriendo y dejó que su mejor amigo muriera calcinado.
Noté que mi abuelo se había puesto aún mas triste de lo que ya estaba con ese tema. Así que lo ayudé para que terminara mas rápido y nos hicimos un asadito en la parrilla que tenía en el lateral de su casa.
-Mañana viene Sonia con la hija.- me dijo guiñandome un ojo.
-Hace un montón que no veo a María. Ni se debe acordar de mi. 
-Si. Siempre pregunta por vos. Solo que los ultimos veranos estuvieron ocupados con su campo y tuvieron problemas con la cosecha. Pero ellos siempre te recuerdan.
María era la hija de Sonia y Julio. Una familia amiga de mi abuelo con los que tambien intercambiaba ganado. Ella y yo jugábamos todos los veranos y siempre me había gustado. Pero desde que falleció mi abuela no había vuelto a ver.
Al otro día cuando vi a María me quedé estupefacto. Estaba hermosa y ya no era una nena. Era toda una adolescente. Se había teñido el pelo de color fucsia y estaba mucho mas alta. Por supuesto que se acordaba de mi. No solo eso. Si no que parecía que el tiempo no había pasado para nosotros porque seguíamos tratandonos como si nunca hubiesemos dejado de vernos. Ella y su familia se quedaron hasta la tarde. Almorzamos y la llevé a pasear en moto. Por suerte pudimos intercambiar nuestros números de telefono antes de que se fuera.
-Y...¿Cómo te fue?- me preguntó mi abuelo haciendose el sonso.
Solamente me reí. Y me fui a mi habitacion. 
La semana pasó bastante rápido. María volvió a ir con sus padres. Ayudé a mi abuelo con algunas tareas y quedamos en que las vacaciones de invierno tambien las pasaría allí, asi no se sentía tan solo y yo podía ver de nuevo a Maria.



CONTINUARÁ...


sábado, 18 de julio de 2020

CAPITULO UNO: CLARA

Hacía mucho calor. Ese calor pegajoso y húmedo. Que hace faltar el aire y sentir el cuerpo pesado. Tenía la ventana de mi habitación abierta y estaba sentado en el escritorio leyendo. Asi que podía ver claramente el patio trasero de la casa contigua. 
Ahí estaba ella, otra vez, en pijama. Parada justo en el límite de su casa y el bosque, mirando a la nada. Era de noche tarde, no podía gritarle. Pero tampoco podia dejar que se metiera en el bosque a medianoche ella sola. 
Para que entiendan mejor la historia voy a contarles algunos detalles mas. Mi nombre es Ramiro. Tengo dieciseis años y vivimos en esta casa desde que tengo uso de razón. La muchacha de la que les hablo es mi vecina. Se llama Clara y creo que tiene mi edad, tal vez uno o dos años menos. La pobre muchacha es sonámbula. Es decir, se "despierta" a la medianoche y realiza actividades como si estuviese despierta pero no lo está. A veces realiza quehaceres domésticos dentro de su casa, pero la mayoría de las veces sale de la casa y es bastante peligroso porque podría ocurrirle algo. La cuestión es que yo siempre la veo desde la ventana de mi habitación, porque suelo quedarme hasta tarde leyendo o estudiando, y cuando la veo en el patio trasero, despierto a mis padres y ellos se encargan de ayudarme para que la muchacha regrese a su casa. Mientras yo la vigilo de cerca, ellos despiertan a Marta y Carlos, los padres de Clara y ya van en busca de su hija. Pero la última vez que sucedió esto. Sus padres me tildaron de mirón, que estaba espiando a la niña y demás, asi que mis padres me dijeron que ya no me metiera en asuntos ajenos.
Pero alli estaba ella otra vez. No podía despertar a mis padres porque no me pondrían atención y me regañarían, pero tampoco podía dejar que Clara se metiera en el bosque. Era una muchcha bastante agradable, a pesar de que prácticamente no teníamos trato ya que sus padres eran algo extraños y la sobreprotegían demasiado. Casi que nunca se la veía salir de la casa o juntarse con los demas jóvenes para andar en bicicleta, salir a caminar o simplemente pasar el rato. ¿Y si mañana por la mañana los encabezados de los diarios eran "Niña despedazada por fieras en el bosque?. No. Si podía evitar una tragedia lo haría, aunque me metiese en problemas. Me puse mis pantuflas y salí de mi casa lo mas rápido y cauteloso que pude.
Cuando llegue allí no sabía que hacer. "¿Cómo la despierto?", pensé. Toqué el bolsillo de mi pantalón y estaba mi celular. "Mi fiel amigo Google me ayudará." Me dije a mi mismo. Pero automáticamente dije:
-Estoy violando una propiedad privada, a la medianoche, ¿de verdad voy a googlear cómo despertar un sonámbulo?. 
Había leído por ahí que si no se los despertaba de la manera correcta podían llegar a sufrir un infarto. 
-Clara- dije en voz baja. Pero evidentemente no me escuchaba porque seguía avanzando. Atraída hacia el bosque por una fuerza que yo desconocía por completo.
-Hola. - pero seguía sin oírme. Asi que me acerqué y toqué su hombro.
-Oye- dije ahora con la voz un poco mas elevada.
Clara giró, me miró horrorizada, lanzó un grito desgarrador y se largó a llorar. En cuestión de segundos sus padres estaban allí, y no se como pero los míos tambien. Como se podran imaginar las cosas no terminaron bien. Mis padres tuvieron una fuerte discusión con Marta y Carlos, inclusive ellos amenazaron con denunciarme. Pero, si acababa de salvar a su hija. ¿Qué clase de gente eran? Desagradecidos. Yo me lleve un gran sermón de parte de mis padres pero por suerte no me castigaron. Entre todo el desastre Clara no emitió palabra. Solo agachó la cabeza sumisamente en cuanto los adultos comenzaron a discutir. Pobre niña. Que padres tan extraños.
Cuando volvimos a mi casa, que ya habia pasado todo el sermón mis padre subió a mi habitación y me habló:
-Ramiro, nosotros sabemos que no tenes malas intenciones con la chica. Es mas, hoy le salvaste la vida. Pero nuestros vecinos no lo entienden.
-Ya se pa. Pero, ¿qué querías que hiciera?
-Nada hijo. Eso es justamente lo que tenes que hacer. Nada.
-Entonces que la encierren. O que escondan las llaves de las puertas. No se. Le va a ocurrir una desgracia a esa pobre chica.
-Si. Lo sabemos. Y no somos los únicos vecinos que estamos preocupados por ella. Tu mamá va a ir mañana a hablar con Marta. Asi te quedas mas tranquilo.
-Bueno. Hasta mañana.
Y me dormí profundamente. Esa noche soñé con Clara. Me pedía ayuda, pero yo no podía llegar a ella. Fue una noche bastante agotadora.

A la mañana siguiente me levanté temprano como todos los días para ir al colegio. Mi mamá ya estaba en la cocina, preparando el desayuno y mi papá ya se había ido a trabajar. 
-Buen día ma
-Buen día Rami- me dió un beso en la frente y me alcanzó mi taza de café. 
-¿Vas a ir a hablar con los vecinos?
Se dió vuelta, me miró y me dijo:
-¿No podés dejar de pensar en esa chica?
-No mamá, ¿Qué estan esperando? ¿Qué le pase algo malo?
Se dió vuelta y siguió haciendo sus cosas. 
-Si. Voy a ir. Quedate tranquilo.
-Gracias ma.
Lavé la taza en la que había tomado café y me fui al colegio.
Según me entere con el tiempo, mi mamá fue a la casa de al lado. Y el diálogo que tuvo con Marta fue bastante escueto:
-Buen día Cecilia- le dijo Marta a mi mamá con cara de pocos amigos.
-Buen día Marta. ¿Cómo estás?- le respondió mi mamá con esa sonrisa hermosa que tenía.
-Bien. ¿Qué necesitas?
-Quería saber como estaba Clarita despues de lo de anoche.
-Mi hija esta bien. Nosotros la cuidamos muy bien. 
-Si. Lo sé Marta. No te pongas a la defensiva. Somos varios los vecinos que estamos preocupados por tu hija. Y creeme que solo queremos ayudar. No entrometernos en tu vida privada.-cuando mi mamá le dijo asi, la mujer cambió automáticamente su semblante, relajó las facciones del rostro y le contestó a mi mamá tan cordialmente que ella jamas se lo hubiese esperado:
-¿Querés pasar Cecilia?
-Dale- le contestó mi mamá sorprendida. 
-Sentate por allá. Voy a preparar un té y conversamos. 
Mientras Marta preparaba té mi mamá aprovecho para fijarse en cada detalle de la casa. No era de chusma. Pero a mi mamá y varios vecinos mas esta familia les parecía un poco extraña. Se habían mudado de un día para el otro. Y prácticamente no tenian vida social. No se sabía de que trabajaba Carlos, tampoco se sabía a que escuela iba Clara. Casi no se trataban con los vecinos. Esquivaban el mayor contacto social posible. A veces se escuchaban gritos y golpes, pero cuando algún vecino les preguntaba, simplemente lo negaban o decían que provenían de otro lugar.
-Mirá Cecilia. empezó Marta- Clarita tiene varios problemas. El parto fue muy difícil. Casi morimos las dos. Ella nació con un ligero retraso mental. Tiene fallas en el corazón, pulmones, riñones e hígado. Clarita es un milagro. Es nuestro tesoro. 
-Si. Ya lo creo. Por eso había pensado. Que tal vez, para evitar que salga de noche podrían esconder las llaves. Es realmente peligroso que una nena de su edad este fuera de su hogar a la madrugada. 
En ese momento Marta cambió su semblante de nuevo y volvió a ser la misma mujer seca y ruda de siempre.
-¿Estas insinuando que no sabemos cuidar a nuestra hija? No necesitamos de tus consejos. Nosotros y solo nosotros sabemos como es lidiar con una nena como ella. ¿Qué podras venir a decirme vos?
-No Marta. Me malinterpretaste. No quise decir eso.
-Se muy bien lo que quisiste decir.
Mi mamá que además de ser hermosa era inteligente, tratando de evitar el conflicto con la testaruda mujer, se fue por la tangente:
-¿Puedo saludar a Clarita?-preguntó ingenuamente.
-Clara duerme en este momento. Fue una noche muy ajetreada.
-Si. Esta bien. Dejale mis saludos entonces. Y si puedo ayudarte en algo no dudes en decirmelo.
-Mi esposo y yo podemos ocuparnos de nuestra hija. Lo hicimos solos durante quince años. Y vamos a seguir haciéndolo.
Mi mamá salió de ahí con una sensación extraña en el cuerpo. 
Cuando volví de la escuela estaba rara, como apagada. Y ella era una mujer muy alegre.
En la noche la escuché hablando con mi papá:
-Es una mujer tan orgullosa. Tanto pero tanto que no quiere aceptar ayuda para su hija.
-Bueno Ceci, vos quedate tranquila. Que cuando necesiten ayuda la van a venir a pedir. Tal vez ya esten acostumbrados a vivir asi. Despues de tantos años...
-Lo que mas me llamó la atención fue su cambio de personalidad, Emilio. Cuando le dije que éramos varios los vecinos que estabamos preocupados por la nena fue cuando me invitó a pasar. No tienen fotos de su hija en la casa. ¿Cómo puede ser?.
-Hay gente a la que no le gustan las fotos.
-¿Qué clase de padres no quieren congelar momentos inolvidables de su hija?
-Descansá mi amor. Y tratemos de olvidarnos de este mal trago.


CONTINUARÁ...


viernes, 17 de julio de 2020

5° C

Sara entró al departamento y lo miró con una mezcla de asombro y desilusión. En las fotos parecía mas grande. Zulema, la mujer que se lo estaba alquilando, le hablaba y le explicaba algo, pero Sara no la escuchaba. Estaba estupefacta mirando el lugar.
-Es lindo...- dijo la joven pensando en voz alta.
Zulema se dió vuelta, la miró con soberbia y le contestó:
-Claro que es lindo querida, yo misma lo he cuidado.
La mujer seguía mostrándole el departamento y explicándole como funcionaba todo, mientras que Sara en lo único que pensaba era en que firmaran los papeles y esta mujer se fuera.
-Bueno corazón, vamos a firmar el contrato ahora.
Sara se acercó a la mesa y lo firmó sin leer nada. Inmediatamente se dió cuenta que había cometido un gran error. Se olvidó del gran consejo de su padre: "Nunca firmes nada, sin antes haberlo leído del derecho y del revés". Pero el no estaba allí para juzgarla y lo hecho, hecho está.
-Lo único que te encargo querida, es el temita de las fiestas...- empezó a decir Zulema queriendo ser simpática, aunque la falsedad se le notaba a la legua.- porque al lado vive un hombre mayor que está enfermo, abajo hay una familia con un bebé y arriba vive la gente de la administración, viste...
-Quédese tranquila señora. Trabajo y estudio todo el día.- A Sara se le escapó una risita, en que momento quería esta mujer que ella hiciera una fiesta. Si a la mañana trabajaba en el local de ropa, a la tarde atendía un kiosco y a la noche iba a la facultad. 
-Bueno, espero que te sientas comoda. Cualquier inconveniente ya sabes donde encontrarme.
-Gracias.- dijo la joven y casi que la empujó hasta la puerta. ¡Que mujer tan irritante!. Al fin la dejaba sola para poder acomodarse. 
Dejó la valija y la mochila al lado de la puerta y se fue a recorrer el pequeño lugar. 
La cocina era ínfima, apenas cabía una persona. Estaba toda equipada, inclusive tenía un lavarropas automático.
-Buenísimo. No tengo que refregar ropa como en la pensión- dijo Sara en voz alta. 
El living-comedor tambien era super chiquito. Apenas cabían una mesa pequeña con cuatro sillas, un televisor y un sillón de dos cuerpos. El pasillo era corto y tenía una puerta a la izquierda y otra a la derecha. Entró primero a la de la izquierda. Ese era el baño. Era hermoso e inmenso. Demasiado grande para un departamento tan pequeño. Casi que desentonaba con el lugar. Estaba igual de pulcro que la cocina. Con azulejos celestes de techo a piso y el juego de baño a tono. La bañera era tan grande que cabían cómodamente dos personas. Quedo encantada con esta habitación. Solo le quedaba por husmear en lo que sería su dormitorio.
Abrió la puerta y ahora sí que se asombro realmente. La habitación no estaba cuidada y limpia como el resto del departamento. Las paredes estaban sucias, y estaban pintadas de un tono color arena que las hacía parecer mas sucias aún. Las puertas del placard estaban rayadas y rotas y el vidrio de la ventana estaba cubierto con una gruesa capa de papel de diario y engrudo mal pegados. Sólo había un sommier de una plaza y media, colocado en diagonal, justo en medio de la habitación. Entró lentamente y puso la cama contra la pared frente a la ventana y abrió las puertas del placard. De este salieron varias polillas y un olor bastante extraño. Supuso que se le hacia tan raro por que el resto del lugar olía a desodorante de ambientes y alli olía a encierro. Quitó de varios tirones el diario de la ventana y la abrió de par en par, para que entrara aire y luz solar. Fue a buscar sus cosas y comenzó a armar la cama. Le puso unas sabanas floreadas y un cobertor color salmon a tono, que le había regalado su mejor amiga Lucía.
A propósito, había quedado en llamarla ni bien terminara de instalarse.
-Ya estoy acá- dijo Sara con una gran sonrisa en el rostro.
-Genial, en media hora estoy allá -dijo Lucía
-Te espero.
Sara cortó la llamada y se dispuso a ordenar la poca ropa que tenía en el placard. Pero el olor era insoportable. Asi que lo desinfecto y pensó que seria mejor ventilarlo y esperar unos días a que el hedor se fuera. Decidió que las puertas de la izquierda no las iba a utilizar y tampoco los estantes de arriba. 
Mientras terminaba de limpiar los vidrios sonó el portero eléctrico. 
-Abrime- le gritó Lucía sin decir "hola" siquiera
-Entrá- dijo Sara.
Lucía entró, subió por el ascensor y tocó el timbre en la puerta de su amiga.
Mientras Sara terminaba de limpiar la habitación Lucia le cebaba mates.
-¿Y esa caja que esta ahí arriba? ¿Mataste a alguien y lo escondiste ahí?- Lucía siempre tenía ese humor negro que a Sara tanto le molestaba.
Ella no había visto, que en el estante superior del placard habia una gran caja negra.
-Traeme una silla del living que la bajo y miramos- dijo la muchacha curiosa.
Lucía le alcanzó la silla y Sara se subió.
-Ayudame nena, es muy pesada y no la puedo bajar- le dijo Sara a su amiga.
-Es lógico, los cadáveres pesan mucho.
-Calláte por favor y ayuda- Sara ya se estaba molestando.
Con mucho esfuerzo lograron bajar la caja y la pusieron sobre la cama. Era un gran baul negro que parecia antiguo y costoso. Lo abrieron y la cara de decepción de Lucia hizo reir a su amiga.
-¿Que esperabas encontrar morbosa? - le dijo Sara irónicamente.
-Y... Algo mas interesante que media tonelada de fotos viejas.
Se quedaron un rato mirando las fotos y despues pusieron la caja de nuevo en su lugar.
-Me tengo que ir porque llego tarde al trabajo - dijo Lucia - Mañana paso y te traigo un regalito.
-Dale, mañana nos vemos- se despidió la muchacha.
Sara estaba un poco cansada asi que se comió unas empanadas que había pedido y se acostó a dormir.
Al otro día siguió con su rutina de siempre. Por la tarde paso Lucía y le dejo el "regalito", que era nada mas y nada menos que un gato. ¿Cómo iba a hacer para cuidar un gato si estaba casi todo el día ocupada?
-Para que te haga compañia- le habia dicho su amiga.
Subió con el gato al departamento, le puso en un rincon del living un almohadon mullido y en la cocina un plato con comida, otro con agua y otro con leche. Sara nunca habia tenido mascotas pero el gatito era bastante amistoso.
-Te vas a llamar Felipe- le dijo, como si el animal la entendiera.

Ya habían transcurrido dos meses desde que Sara habia llegado al departamento. Se había adaptado bastante bien y Felipe alegraba el hogar. La única incomodidad era el hedor pestilente que salía del placard. Prácticamente había probado todos los trucos de limpieza que existian para quitarlo pero nada funcionaba. Se le ocurrió que tal vez podía ser que las maderas internas fueran demasiado antiguas y estuviesen podridas o apolilladas y por eso el olor nauseabundo. Había pensado en cambiarlas pero una de las cláusulas del contrato era que no se podían hacer reparaciones en el lugar, y Zulema era una mujer con un carácter tan fuerte, que era preferible cualquier cosa antes que contradecirla. Tal vez lo podía hacer en secreto. Habia un cliente del kiosco que se encargaba de hacer reparaciones en casas y seguramente la ayudaria.
Esa misma tarde habló con Luis. Y el hombre quedó en ir a ver el problema dos días mas tarde. Al parecer tenía bastante trabajo y a Sara le quedaba bien por que era su día libre.
Esa noche cuando llegó al departamento notó algo extraño. Felipe no corrió a hacerle carantoñas como de costumbre. Lo buscó por todo el departamento, por el edificio, por el barrio, lo publicó en facebook, instagram. Parecía que se lo había tragado la tierra. Al otro día a la mañana llamo a Lucía para contarle lo sucedido.
-Es normal Sari...- le dijo Lucía muy tranquila- los gatos siameses son así. Desparecen de un día para otro. A veces se tiran de los balcones. Se suicidan. 
-¿Me regalaste un gato que se iba a suicidar?-pregunto Sara enojada y le cortó.
Se terminó el café y se fue a trabajar. Entre trabajo y trabajo no volvió a su casa. Era triste entrar y que no estuviera Felipe dando vueltas por ahí.


Al otro dia tocan el portero eléctrico bien temprano. Era Luis.
-Soy Luis nena. Disculpá que vine a esta hora pero me surgió un compromiso a la tarde.
-Esta bien. No hay problema. Suba.
Le abrió la puerta y lo condujo a la habitación.
-Lo que podemos hacer es cambiar las maderas y poner unas iguales. Asi la dueña no se da cuenta y no tenes problemas. 
-Lo que usted diga con tal de que esta pestilencia se vaya.
-Bueno, bajo a buscar las cosas y vuelvo.
Luis se fue a comprar las maderas y en media hora volvió. Sara habia aprovechado para bañarse y mientras el hombre preparaba las herramientas en la habitación Sara preparaba mates en la cocina. Luis la llamó con un grito.
-Mirá nena, acá hay como una puertita...- decia mientras sacaba las maderas. 
De repente Luis soltó el martillo y lo dejó caer al suelo y Sara emitió un grito desgarrador. Lo que vieron detras de esas maderas era indescriptible. Entre los escombros había, lo que parecia ser un humano semi encorvado, viviendo en sus propios desechos, comiendo sus propias heces, completamente desnudo y herido. Tenia la piel tan blanca por la falta de luz solar que incluso en aquella oscuridad podían verse claramente sus venas azuladas y verdosas. Tenía acurrucado en su pecho algo peludo. Sara vió con horror que era su gato. Muerto y en estado de descomposición. La criatura del placard los miró e hizo una mueca similar a una sonrisa pero diabólica, no tenía dientes, solo unas encías hinchadas y negras, tenía los ojos desorbitados y se le caía la baba. 
Sara saltó por la ventana. ¿Qué otra opción le quedaba? ¿ Quién podía vivir con esa imagen dando vueltas en su cabeza? 
De Luis, lo único que se sabe es que nunca regreso a su casa. 

CAPITULO CUATRO: NUEVOS AMIGOS.

  -Y esa cara? - pregunto mi madre, sirviendome el desayuno. -No dormí bien- dije serio -Paso algo? -No.- mi madre quería investigar que me ...