Mi mamá quedó bastante extraña despues de hablar con esa mujer. Pero no volvimos a tocar el tema por unas cuantas semanas. Se estaba por terminar el año, ya estabamos de vacaciones y faltaban quince días para mi cumpleaños.
-¿Qué me van a regalar para mi cumple?- les pregunté a Lina y Uriel. Éramos amigos desde el jardín de infantes. Inseparables. Lina, sin dudas era la líder del grupo, Uriel el bromista y yo (no es por presumir) pero yo era el inteligente.
-Que se yo. -me contestó Uriel.
-Yo si sé que te voy a regalar. Es mas. Ya lo tengo comprado. Pero no te voy a decir, por que dejaría de ser una sorpresa. -Lina siempre se hacía la misteriosa.
Mientras conversabamos y yo seguia mendigandole a mis amigos regalos para mi cumpleaños, veo a Lina que sonríe y saluda hacia la casa de al lado.
-¿Los conoces?- le pregunté curioso.
-No. Pero se asomó una chica a la ventana y nos estaba mirando.
Cuando yo miré ya no había nadie.
-Es Clara, mi vecina.- dije yo.
-¿Por qué no la invitas a pasar un rato con nosotros?. Tenía cara de aburrida.- Lina era tan sociable...
-Sus padres son un poco raros. La chica está enferma y no la dejan salir nunca.- le expliqué. Pero Lina era muy terca y en su afán de hacer nuevas amistades se levantó del banco y se dirigió a la casa de mis vecinos.
Para cuando la quise detener ya estaba en la puerta, tocando timbre.
-Buenas tardes.-la saludo Marta, seca y antipática como siempre.
-Buenas tardes señora. Mi nombre es Lina Juárez. Soy amiga de Ramiro. El chico de acá al lado. Vi que su hija nos observaba por la ventana y me preguntaba si no podría venir a conversar un rato con nosotros. Estamos allí en el patio, tomando una limonada fresca y deliciosa que nos preparó Cecilia.
Del otro lado de la cerca estábamos Uriel y yo riendonos de como Lina la había atolondrado con tanto libreto.
-Mi hija está enferma y no puede salir.
-¿Y yo no puedo entrar a charlar con ella? Me gusta hacer nuevos amigos.
-Si. Veo. Pero no. Como te voy a dejar entrar a mi casa si no te conozco. Estoy ocupada querida. Chau.- y le cerró la puerta en la cara.
Vimos volver a Lina con la mayor cara de decepción que se puedan imaginar. Ella suponía que nadie se resistía a su sonrisa.
-No la dejó salir y tampoco me dejó entrar a saludarla.- Cuando se enojaba se le notaban mas las pecas.
-Te dije que los padres no la dejaban salir nunca.- le respondí yo.
-Además, ¿no te alcanza con nosotros?.-le preguntó Uriel.
-Si. Pero quería tener una nueva amiga para charlar de cosas de chicas. Cosas que ustedes, los varones, no entienden. -dijo Lina algo apenada.
-Con esa chica no creo que pudieras hablar mucho.
-¿Por qué decís eso?- preguntó curiosa.
-Porque me contó mi mamá que tenía un retraso mental.-le expliqué, tratando de ser lo mas delicado posible.
-Pobre chica.
Seguimos conversando un rato mas y ellos se fueron a sus casas. Ahora en vacaciones pasabamos mucho tiempo juntos. Y casi siempre estabamos en mi casa, porque en casa de Lina y Uriel, que eran hermanos gemelos, estaba su hermanito recién nacido y no se podía hacer ruido prácticamente y como yo soy hijo único a mis padres no les molestaba tener a mis amigos revoloteando por toda la casa.
Llegaron la Nochebuena y la Navidad. Ya tambien Fin de Año y Año Nuevo y por fin llegó el diez de enero. Mi cumpleaños. Mis padres me organizaron una fiesta en mi casa, que la celebramos en el jardín. Asistieron todos mis compañeros de clases. Lina me regaló una campera de cuero, Uriel una funda para celular de mi serie favorita y mis padres me regalaron mi tan anhelada moto. No cabía en mi de la felicidad que tenía.
La fiesta terminó bastante temprano. Y mientras mi mamá juntaba las cosas del jardín yo salí a ayudarla.
-¿En qué te ayudo má?
-En nada hijo.-me contestó dulcemente.- mejor andá a descansar.
-No. Dejá que te ayudo.- le dije y empecé a plegar las sillas para guardarlas de nuevo en el depósito, que era donde se guardaban las cosas que ya no se usaban y las decoraciones de las fiestas.
-Mañana temprano viene a buscarte el abuelo y...
En ese momento dejé de escucharla. Clara me estaba mirando desde la ventana de la habitación. Parecía que estaba despeinada y ojerosa. Pero no puedo afirmar nada. Era de noche y ya no se veía casi nada. Levanté la mano y la saludé. Ella no hizo ningún gesto. Sólo me miraba fijamente. A mi me daba mucha lástima. Pensaba en lo triste que sería su vida con esos padres tan fríos y estrictos.
-¿Me escuchaste Rami?- me preguntó mi mamá e interrumpió mis pensamientos.
-No. Disculpa ma. ¿Qué me decías?
-Te decía, que mañana te podes cargar la moto en la camioneta de tu abuelo. Allá en el campo vas a poder andar. Acá en la ciudad, como no tenes licencia y sos menor de edad te la va a quitar la policía.
-Si. Buenísimo.
Cuando estábamos terminando de limpiar se me ocurrió preguntarle a mi mamá:
-Ma...
-¿Qué pasa Rami?- me contestó mi mamá mientras guardaba las últimas cajas de luces.
-La nena de al lado,¿habrá ido alguna vez a una fiesta de cumpleaños? Tendría que haberla invitado.
-Ramiro. Ella es una nena especial. Si la hubieses invitado sus padres no la hubiesen dejado venir. Mejor dejá de pensar de una vez por todas en esa chica.
-Es que me da lástima mamá.
Mi mamá sólo me respondió con silencio. Eso significaba que ya no quería hablar mas sobre el tema.
Al día siguiente mi abuelo me fue a buscar en su camioneta. Todos los años. El día despues de mi cumpleaños me iba a pasar una semana con ellos al campo.
Mientras mi abuelo saludaba a mi mamá y a mi papá yo me percaté de que Carlos, que estaba cortando el pasto en la entrada de su casa, cuando vió la camioneta de mi abuelo se metió corriendo a la casa y se quedó espiando la escena desde la ventana de su sala, medio escondido detrás de la cortina. Me despedí de mis padres y me subí a la camioneta.
-¿Conoces a mi vecino de al lado abuelo?
-No. ¿Por qué?- me preguntó medio distraído.
-Por nada.
Seguimos el viaje callados. Desde que había fallecido mi abuela Esther, hace dos años, mi abuelo se había vuelto un hombre de pocas palabras, callado, introvertido, triste. Le costaba mucho superar la falta de la mujer con la que había compartido toda su vida.
Cuando llegamos llevé mi valija al dormitorio y me fui a andar en moto por los alrededores. Volví al anochecer y cuando entré mi abuelo estaba ordenando un mueble grande que había en la sala. Estaba guardando cajas con fotos.
-¿Puedo mirar algunas?
-Si hijo.- me contestó- pero te vas a aburrir, son fotos viejas. De gente que ni siquiera conoces.
Me puse a mirarlas igual. Había fotos de mis abuelos cuando eran adolescentes y recien empezaban a salir. Fotos escolares de mi abuelo, fotos de mi mamá cuando era chiquita. Había de todo. Pero me llamó mucho la atención una foto en particular. Eran dos muchachos, mas o menos de la misma edad abrazados por los hombros y enseñando unos diplomas que no llegaba a distinguir bien. Ambos vestían muy elegantes. El de la izquierda tenía una sonrisa de oreja a oreja, pero el otro tenía un semblante un poco lúgubre.
-Ésta cara me resulta familiar- le dije.
- Ese es Roberto, mi hermano menor, tu tío abuelo. Esa foto la tomó mi madre el día que se recibió de médico cirujano. Estaba tan feliz. Vos no lo conociste. Pero era muy parecido a mi fisicamente. Tal vez por eso te parezca conocido.
-El que me parece familiar es el otro. El que está serio abuelo.
Mi abuelo se acercó a mirar mas detalladamente la fotografía.
-No sabía que tenía esta foto. No quiero absolutamente nada en esta casa de ese traidor.-dijo mi abuelo enojado. Me arrebató la foto de las manos y la cortó por la mitad. Guardó el trozo en el que estaba su hermano y el otro lo tiró a la basura.
-¿Quién es?
-Ese es Cesar Rivera. Era el mejor amigo de mi hermano. Nuestros padres lo acogieron en nuestra casa como si de un hijo se tratase. Y el nos pagó de la peor manera. Dos meses despues de recibirse de médicos, estaban viajando en omnibus por la ruta y el colectivo chocó. Mi hermano Roberto se quedó salvando gente y murió como un héroe. Salvando vidas. En cambio, la rata de Cesar se escapó corriendo y dejó que su mejor amigo muriera calcinado.
Noté que mi abuelo se había puesto aún mas triste de lo que ya estaba con ese tema. Así que lo ayudé para que terminara mas rápido y nos hicimos un asadito en la parrilla que tenía en el lateral de su casa.
-Mañana viene Sonia con la hija.- me dijo guiñandome un ojo.
-Hace un montón que no veo a María. Ni se debe acordar de mi.
-Si. Siempre pregunta por vos. Solo que los ultimos veranos estuvieron ocupados con su campo y tuvieron problemas con la cosecha. Pero ellos siempre te recuerdan.
María era la hija de Sonia y Julio. Una familia amiga de mi abuelo con los que tambien intercambiaba ganado. Ella y yo jugábamos todos los veranos y siempre me había gustado. Pero desde que falleció mi abuela no había vuelto a ver.
Al otro día cuando vi a María me quedé estupefacto. Estaba hermosa y ya no era una nena. Era toda una adolescente. Se había teñido el pelo de color fucsia y estaba mucho mas alta. Por supuesto que se acordaba de mi. No solo eso. Si no que parecía que el tiempo no había pasado para nosotros porque seguíamos tratandonos como si nunca hubiesemos dejado de vernos. Ella y su familia se quedaron hasta la tarde. Almorzamos y la llevé a pasear en moto. Por suerte pudimos intercambiar nuestros números de telefono antes de que se fuera.
-Y...¿Cómo te fue?- me preguntó mi abuelo haciendose el sonso.
Solamente me reí. Y me fui a mi habitacion.
La semana pasó bastante rápido. María volvió a ir con sus padres. Ayudé a mi abuelo con algunas tareas y quedamos en que las vacaciones de invierno tambien las pasaría allí, asi no se sentía tan solo y yo podía ver de nuevo a Maria.
CONTINUARÁ...